Después de todo esta mierda de ser explotado por empresas, selección de empresas, dibujos horribles y asdfasdfasdf, me callo de golpe la nostalgia de los tiempos de que nada importaba: los anticuados e improvisados programas de estudios, la enajenación colectiva en las drogas y la religión, los problemas familiares, el stress que acaba lentamente con el cuerpo y el alma, las crisis políticas y económicas que definen tu futuro… nada de eso importa cuando eres un buen adolescente.
No hablo de los prepúberos pendejos, deformes, jariosos y llenos de granos de la secundaria; hablo de la prepa: ya no tienes granos, tus extremidades miden lo que deben medir, ya estas en posibilidad de satisfacer esas ideas cochinas y cachondas que te nublaban la mente y te tienen temblando como un bolsa llena de hormigas. Vives suspendido en una gota de agua: todo es fresco, cristalino, nada logra tocarte, el mundo y el futuro toma matices y formas complicas, bellas. Nada es capaz de tocarte, lastimarte o perturbarte a menos que tu lo permitas. Diría Check Palaniuk en Fight Club: “soy el maestro del zen; el centro tibio y calmo del mundo”. Es cuando chocas con las personas e ideas que moldearan tu perspectiva del mundo de forma permanente.
Recuerdo estar en una tarde con el cielo segadoramente naranja, las uñas, la sien y la camisa manchadas de óleo verde-azul-amarillo, rizos sobre los ojos, con los audífonos escuchando jellybelly de los smashing pumpkings, una mochila vieja adidas cargada de papeles, revistas y libros de ficción manchados también de oleo, el olor del solvente acrilico, el ligero cosquilleo del viento y de unos cabellos lacios azabache en mi cuello.
Si he de mencionar lo que mas aprecio de esos años esta son mis revistas viejas de la mosca con las tiras de Buba y las obscenas e hilarantes de historias de Armando Vega Gil, “mi” ejemplar robado de “Pixie en los Suburbios” de Ruy Xoconostle Wayne (“lo que es robado es mas tuyo que si lo compraras” recuérdenme la cita por favor) arrugado y releído junto a un hojas engrapadas de textos de pensamiento divergente y anarquista descargados de Internet; fumar en la parada del camión, mis clases de pintura y musica, el contacto sedoso y el olor a viejo de mis libros de Herman Hesse; pedir prestadas libretas y hojas sueltas para poder entregar los deberes de la prepa, muy, pero muy lejos de el vértigo que provoca sentirse viejo, de que comerás mañana, que sucederá si no haces las cosas, si no cumples, si simplemente no te salen bien.
Ahora veo a los niños de caras pintadas, escuchando reguetton, obsesionados con la imagen, pensando que es “cool”, lo de hoy, estar deprimido, escuchando música hartarte y sosa, usando blusas rosadas y con los cabellos pintado y además quemados por la laceado. No se que sentir: puede que sea pena, como cuando ves a un perro bonito sufriendo bajo el sol después de ser atropellado, o talvez odio, por ver como ellos mismos se truncan y joden la única etapa realmente “viva” de la vida y un sistema de ideas que les arrebatan todo eso solo para tener dinero para comprar cocaína para poder seguir haciendo lo mismo sin un propósito fijo.
Solo digo, no es bonito recordar, ¿veda´?
Imagen tomada de (y sin el permiso de...) eightland
